lunes, 11 de abril de 2011

LO QUE EL VIENTO DEJO: “Gone With the Wind” y la creación del evento cinematográfico.







“I have been faithful to thee, Cynara, in my fashion.
I have forgotten much Cynara! Gone with the wind...”

“He sido fiel a ti, Cynara, a mi manera.
¡He olvidado tanto Cynara! Lo que el viento se llevó...”

Fragmento de “Cynara”, de Ernest Dowson
Agradecimiento a Franklin Caldera






            En esta era del super-estreno semanal y los records de taquilla que caen como moscas, es difícil poner en perspectiva el impacto de “Lo que el Viento se Llevó”, la producción de David O'Selznick que básicamente escribió las reglas del la película-evento. Empezemos por el origen, el libro de Margaret Mitchell. Imagine los fenómenos literarios de la trilogía Millenium de Stieg Larsson, la serie “Harry Potter” de J.K. Rowling y la línea de ensamblaje de Paulo Cohelo. Todos, en un solo paquete. Su popularidad potenciada por una cultura popular donde no existían la saturación de contenido y velocidad actual. Así, la historia de Scarlett O'Hara, la voluntariosa beldad sureña que prevaleció a través de la Guerra Civil, llegó en forma de manuscrito previo a publicación al escritorio de la asistente del ambicioso productor independiente, quien rápidamente aseguró los derechos de adaptación. 




La anticipación sobre la inminente adaptación cinematográfica fue explotada por el productor, creando, al estilo de la mitad del siglo XX, un evento multi-plataforma y multi-media. Se organizó un concurso para “encontrar a Scarleth”, publicitado por estaciones de radio y periódicos; se levantan encuestas preguntando sobre las preferencias de casting entre los lectores; se armó una pública carrera entre las estrellas femeninas más populares del momento para conseguir audiciones. Sin embargo, O'Selznick consideraba que solo alguien desconocido para el público podría ocupar la dimensión icónica del personaje sin contaminarlo de asociaciones a otros papeles o una personalidad pública ya bien definida. Necesitaba, entonces, una desconocida con calidad de estrella. Encontró lo necesario en la actriz británica Vivian Leigh era bien conocida en el mundo teatral de Londres, pero era una virtual recién llegada a Hollywood. Sus feroces instintos actorales dejaron claro que el papel le pertenecía. El reparto principal se completó con las personalidades contrastantes de Clark Gable, Olivia de Havilland y Leslie Howard. La súper producción se tragó un presupuesto sin precedentes de $4,250,000 dólares y consumió el talento de al menos cuatro directores: Victor Fleming filmó la mayor parte de la película y conserva el crédito formal. George Cuckor, sumariamente despedido solo en el arranque después de filmar unas cuantas escenas, pero se mantuvo omnipresente en los márgenes como “entrenador dramático” de Leigh y Havilland. El diseñador de producción William Cameron Menzies tomó las riendas unos días en los que Fleming sucumbió a exhausción; y el mismísimo O'Selznick montó la silla de director en más de una ocasión. Que la película sea tan sólida y cohesiva es testamento a la visión del productor.

            “Lo que el Viento se Llevó” es la súper-producción por definición. No solo por su escala épica y metraje, sino por el alcance de su  audiencia. Es todo para todos. Cada segmento del público es servido: hay melodrama para las mujeres, acción para los hombres, pretensiones historicistas para los académicos, alivio cómico para los frívolos. Esas categorías pueden sonar reduccionistas, pero díganle eso a los expertos en mercadeo. Aunque no fue la primera película filmada en tecnicolor, si se convirtió en uno de los ejemplos más brillantes del uso expresivo de esta herramienta. A la fecha, con los ajustes inflacionarios de rigor, la película sigue siendo la más taquillera en la historia del cine, con recaudaciones de $1,329,453,600 dólares.

            Parte de su atractivo reside en la insidiosa universalización de su trama. Se liman asperezas históricas, algunas presentes en la novela,  para crear un cuento de sobrevivencia y resiliencia con el cual todo el mundo puede conectar emocionalmente, obviando el lado oscuro del sur idealizado que se muestra en pantalla. Esta gentil sociedad que el viento se llevó estaba basada en el brutal sistema de la esclavitud. Los negros liberados y norteños que llegan para la reconstrucción son retratados como villanos oportunistas. En un momento crucial, los caballeros sureños se unen para vengar un ataque a Scarlett perpetrado por negros libres. En la novela, es claro que conforman el Ku Klux Klan. En la película, ese detalle crucial es obviado completamente. Así, la película se convierte en un poderoso ejercicio de ficción con el cual básicamente cualquier sociedad levantándose de un atropellamiento histórico puede identificarse. No en balde la Francia post-ocupación nazi la hizo propia. Y más de un nica confiscado viéndola post-1979; o un sandinista post-1990 habría conectado con el arco dramático.

            Formalmente, la película se divide en dos partes separadas por un intermedio, al mejor estilo de las súper-producciones de la época. La primera parte, cubriendo el inicio de la guerra y la derrota del sur, contiene las secuencias más espectaculares. Se siente casi como una película de acción, aunque se concentra en la experiencia del “frente casero”. No vemos ninguna batalla, pero si los efectos brutales del combate. En uno de los movimientos de cámara más famosos de la historia del cine, vemos a Scarlett buscando desesperadamente al médico para que atienda a la parturienta Melanie. La cámara se abre y se aleja en una grúa, hasta mostrar que la desesperada mujer recorre una calle cubierta de centenares de heridos y muertos, su crisis disminuida en la magnitud de la devastación. La cámara se detiene hasta enmarcar el panorama con una rasgada bandera sureña, ondeando terca y fútilmente. Todo lo que tiene que saber sobre la derrota del sur y el predicamento personal de la heroína está en esa toma. Para ver esta escena, da clic aquí  (nota: la imagen del clip está distorsionada, aunque puede apreciarse el movimiento de cámara descrito).



Básicamente Scarlett, hija del privilegio y la buena sociedad, ha perdido todos sus referentes. Ya no puede preocuparse únicamente por seducir, si no por su sobrevivencia mas básica. De hecho, el cuadrángulo romántico Rhett-Scarlett-Ashley-Melanie pasa a segundo plano ante el espectáculo de la mujer que debe re-inventarse echando mano de todas las habilidades manipulativas que antes empleaba para los caprichos amorosos y el escalamiento social. La crítica de cine Molly Haskell, en su apasionante libro “Frankly, My Dear”, identifica este proceso como la “masculinazión” de Scarlett, endilgandando a la película un discurso proto-feminista. Después de todo, Scarlett se vuelve más efectiva que todos los hombres que cruzan en su camino, incluso su adorado Ashley, destrozado espiritualmente por la guerra. Su único par es Rhett Butler, y es por eso que el romance no puede funcionar. Ninguno de los dos cede poder cómodamente.


La segunda parte de la película se convierte casi en un drama de salón. Ya no hay grandes multitudes ni secuencias espectaculares como el escape del incendio de Atlanta. Toda la pirotecnia está en la relaciones inter-personales. Habiendo sobrevivido por todo lo alto, Scarlett sigue desafiando nuestra simpatía. Casada con Rhett, sigue atormentándolo con su obsesión por Ashley. También es una madre lejana, por no decir terrible, mientras el hombre se dedica devotamente a su hija, preocupado por que se codee con la mejor sociedad de Atlanta – ¿la “feminización” de Rhett se convierte en la respuesta natural a la masculinación de Scarlett? -. Esta complicada dinámica se revierte en un encuentro sexual teñido de violencia y ambigüedad. Después de un desplante, Rhett amenaza de muerte a Scarlett y procede a “ejercer su derecho de esposo”. La película es recatada. Solo muestra una discusión en un comedor, tras la cual Butler toma a Scarlett en brazos y asciende por la imponente escalera de su mansión, mientras la música de Max Steiner se inflama de pasión. Una disolvencia a negro nos lleva a Scarlett en la mañana siguiente, feliz y canturreante en la cama. Donde algunos ven una apología de la violación, otros leen un juego de poder sexual. La complacencia dura poco. Una tragedia inesperada – pero en realidad vaticinada por la muerte del padre de Scarlett, y un sueño de ella  – funciona como punto de quiebre para la tolerancia de Butler. Scarlett se da cuenta demasiado tarde que lo ama. Rhett se despide con una frase lapidaria: “Francamente, querida, me importa un bledo”.

            Pero este no es un final infeliz. Ya vimos como Scarlett progresa ante los desafíos imposibles. Su promesa de recuperar a Rhett proyecta la historia más allá de las palabras “The End”. Y sin tener que jugar a la esposa citadina, vuelve a su primer amor, Tara, la finca familiar que es realmente su gran amor. El final de la película hace eco de otra emblemática toma panorámica del principio. Como siluetas a la par de un árbol, Scarlett y su padre observan la casa hacienda, mientras un dorado atardecer se luce en tecnicolor. No es el amor el que le da poder a Scarlett. Es la tierra. Es la propiedad. “¡Tara! ¡Tara! ¡Tara!” dice en off la fantasmal voz de su padre, un inmigrante irlandés. Es la quintaesencia del espíritu americano: el capitalismo, el ser y la autodeterminación son ensalzados.

“¿Como sabemos que una película es buena?”, me preguntó una participante del Taller de Apreciación Cinematográfica. Buena pregunta, sin respuesta fácil. Depende de la curiosa alquimia entre ideas y sentimientos arte y artesanía. Las ideas del director, los sentimientos de los actores, el arte y la artesanía de los técnicos. Súmele a eso lo que el espectador aporta. En “Lo que el Viento se Llevó” abundan los ejemplos que ratifican su lugar en el canon cinematográfico de Hollywood. Vea en la primera parte como el esquema de colores de la imagen varía
 
del verdor natural del sur aún floreciente a los marrones de la Atlanta sitiada, el rojo de la ciudad destruida, al gris nocturno de Tara devastada. El vestido ligero y primaveral de Scarlett en el día de campo de los Wilkes, contrastando con los pesados oropeles de las otras debutantes. La dinámica relación entre los cuatro protagonistas. Hay tanto que leer entre las líneas literales de esta super-producción – ni siquiera he entrado en el peliagudo problema de la caricaturización de los personajes negros, que a la postre, derivó en un parteaguas para los actores de color en el Hollywood de los años cuarenta, siendo el Óscar a Hattie McDaniels el signo más evidente - . Creo que sabemos que “Lo Que El Viento se Llevó” es buena porque nunca se agota. Puede verla una y otra vez, y cada vez encontrará cosas nuevas: significados ocultos; señales de un pasado idealizado que reverberan a través de barreras temporales y culturales; miradas, gestos y frases memorables dispensadas por actores ejemplares; expresivos movimientos de cámara que revelan más que las palabras. Véala cada cuatro o cinco años. No se arrepentirá.
           

Próximamente:
Negro como mi corazón: “La Mujer de Mi Pasado” y el irresistible fatalismo del Film Noir.

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